miércoles, 8 de septiembre de 2010

San Eduardo Galeano


Su voz grave recita historias. El público atento se emociona. Despierta risas sinceras como si produjera desahogo. Por fin alguien que habla claro. Por fin una mente lúcida entre tanta bulla tonta. Aciertos casi poéticos. Lecciones de justicia. Historias de gente anónima que enseñan a vivir. 
Eduardo Galeano encandila y, con varios años ya, enamora con sus aires de sabiduría. Desde su pesimismo real, el escritor rehace la esperanza de un mundo mejor. 

Mientras recitaba sus escritos, habló del trabajo, y dijo que "hoy en día vale menos que la basura… el trabajo no vale nada". Contó historias de gente que iba al médico a diario, no por hipocondría, sino por buscar que alguien los tocara. Entendía, mientras hablaba del mundo "Patas Arriba", la excentricidad de un hombre que leía el periódico al revés y que lo hacía "por experiencia". Habló por supuesto de los muros silenciosos que dividen ciudades actualmente como lo hacía años atrás el muro de Berlín y mencionó el muro de Estados Unidos, de Ceuta y Melilla, de Cisjordania y, por supuesto, el muro de Marruecos en el Sahara Occidental. Muros que siguen vivos pero mudos gracias a países "democráticos", "socialistas", "cooperadores"… aplastadores de Derechos Humanos.
Habló de la vergüenza que causan los grandes Medios de Comunicación y puso el ejemplo del escándalo que causó la "gordita lingüista" Monica Lewinsky tiempo atrás y lo peligroso que es Irán en contraste a las bombas sobre Nagasaki e Hiroshima. Se rió de que la culpa de la segunda crisis económica más grande después de la de 1929 parece tenerla en conclusión Grecia. Se detuvo en los presupuestos militares vs. "la guerra contra los pobres" y comentó lo ridículas que quedan las decisiones mundiales sobre la democrática ONU y sus 7 miembros del Consejo de Seguridad.
Habló de la fabricación del miedo. Del miedo en pro de los poderosos. Del miedo de las mujeres por los hombres y viceversa, del miedo a las multitudes, del miedo a los niños sin TV. Del miedo al cáncer, a la contaminación, a la violencia, a la angustia, a la locura. A la soledad. Habló de un mundo organizado para el miedo. 


Respondió preguntas con paciencia amorosa. Dijo que es necesario aprender para no repetir, no para volver a vivir lo mismo. Que la estrategia para llegar a mucha gente es saber escuchar a los demás: "si no quieres ser mudo, hay que intentar no ser sordo". Dijo claramente que Todos tenemos Voz. Que todos merecemos ser escuchados. Y habló de la repartición de África en 1885, cuando Europa la partió como una pizza y luego la abandonó saqueada y terriblemente empobrecida.
Recordó la esclavitud. La valentía de Carter (uno de los padres fundadores de EEUU) que liberó a sus esclavos. Subrayó "el pecado de la libertad de Haiti", el 1º país libre que tuvo que pagar millones a Francia por tremendo delito. Dinero que suponen más de 17 mil millones de euros que Francia no quiere devolver ni para ayudar a restituir el país después del terremoto del pasado enero. Demostró con ejemplos que después de las ocupaciones militares los países quedan destrozados.

Acertado, dijo "ya estuvo bueno por hoy" cuando le pareció bien. Se despidió amable entre un mar de aplausos y firmó cariñosamente los libros de sus fans. Lo hizo con más entrega y sencillez que la que ha prestado alguna vez un Papa. Por lo menos así lo sentí.

Un placer, Eduardo.

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